Silvia Sant EN RESiDENCiA en el Instituto Montjuïc

EL FORAT NEGRE

Os presentamos una propuesta arriesgada: compartir con vosotros, el público, unas acciones escénicas que nos son nuevas y que todavía estamos descubriendo a medida que las llevamos a cabo. De hecho, hacemos cosas que nos son familiares: atarnos el

zapato, leer un libro, escuchar música con los auriculares, andar, descansar, pelearnos, escondernos, celebrar un gol, tararear una canción, bailar una coreografía... Pero hoy estas acciones están compuestas, ocupan unos espacios y tienen tiempos diferentes. Sus significados se alteran. Y vosotros, mirándolo desde la butaca, sois quien acaba de dar forma y sentido a este momento. Con vuestra mirada creáis la tensión necesaria para que, aquí y ahora, se abra una nueva dimensión: la dimensión escénica.

 “¿Para qué sirve lo que hacemos?
Cuando elaboro una respuesta didáctica: "Para jugar, imaginar, para aventurarse, descubrir, para probar nuevas formas de accionar poniendo el cuerpo en movimiento”, veo que la respuesta no les motiva mucho, y es que de hecho, ellos ya son expertos del juego, la complicidad, la evasión y la efervescencia del momento presente.
Este sería más bien un reto para los adultos...
En realidad, el reto para este maravilloso grupo de jóvenes ha sido mantener el foco y adentrarse en una propuesta de movimiento para explorarla. En el mundo de la instantaneidad en el que estamos inmersos, cuesta especialmente relacionar la idea de juego creativo con la idea de desarrollo.

Estamos haciendo danza, danza como el lenguaje artístico que pone el foco en el cuerpo, en el cuerpo y su expresividad expandida. De esto ha ido esta residencia.
También ha sido el encuentro de dos generaciones relacionándose como el gato y el perro, donde el gato es el experto en el juego, en la provocación, en escaparse, y el perro es el experto en la observación, en la permanencia, en la presencia y en la fuerza. El encuentro entre ambos sucede durante algunos instantes que son mágicos y valiosos. Solo la presión de una presentación pública del trabajo que estamos haciendo coloca al grupo en alerta y en disposición de que el juego se desarrolle más allá de unos pocos minutos. ¡Ahora sí, el reto está servido!

Compartiremos con el público diferentes dispositivos escénicos, diferentes “juegos” organizados, ahora como escenas. Aprovecharemos para experimentar lo que ES la escena. Este trozo de suelo que toma sentido cuando alguien se sienta delante y lo mira. En mi insistencia en que se apropien de lo que hacen, he repetido mucho en el grupo que no hace falta ir a buscar movimientos que no nos pertenecen de alguna manera, no hay que dejar de ser uno mismo para explorar cosas nuevas, es necesario rescatar los movimientos que nos son propios, coger conciencia y, a partir de aquí, jugar y expandir las posibilidades. La materia de este trabajo artístico son los cuerpos, sus movimientos, algunos elementos del día a día y un micro que les da la palabra. Las herramientas que nos ayudan a dar formas diversas a este material austero son el espacio y el tiempo. Dos herramientas tan esenciales que están por todas partes, a todas horas, y, por lo tanto, no necesitan mango. Como en Barrio Sésamo, practicamos arriba, abajo, delante, al fondo, al centro, en diagonal, en paralelo, hacia las ventanas, la pared, el techo, el suelo... grande, pequeño, lento, muy lento, rápido, inmóvil... repetimos... con la diferencia de que ahora estos jóvenes pasan toda esta información por su propio cuerpo para jugar conscientemente, lo que es todo un nuevo y complejo proceso de aprendizaje.

¡Bienvenidos y bienvenidas al misterio de dejarnos mirar en la práctica de un juego en el que nos sentimos vulnerables!”

Silvia Sant Funk, coreógrafa