Cristina Clemente EN RESiDENCiA en el Instituto Príncep de Girona

La primera transformación del teatro en el instituto

"Los antiguos pensaban que el teatro transformaba. Hoy esta idea impregna cualquier experiencia teatral. Cuando alguien se sienta en la butaca espera en secreto levantarse de ella convertido en una persona diferente. No siempre pasa, pero, aunque solo sea por una única vez, vale la pena continuar considerando esta idea: el teatro transforma. Las voces en silencio, las luces en oscuridad; y con la primera réplica de una obra, se convierten en luz y voz. Me pregunto ahora cómo nos debe de haber hecho cambiar —un grupo de alumnos del Instituto Príncep de Girona y su profesor— la convivencia durante el curso pasado con la dramaturga Cristina Clemente en el desarrollo del proyecto EN RESiDÈNCiA.

La primera transformación del teatro en el instituto fue cambiar la inercia de los viernes a última hora. A la una de la tarde, mientras los alumnos repetían por los pasillos «¡Aún una hora…!», nosotros, los de teatro, clamábamos «¡Qué bien, por fin nuestras dos horas de teatro!». Porque eran dos horas. La segunda, en un instituto ya vacío, más allá del horario de los otros compañeros de segundo de ESO. El teatro, como es costumbre, siguió mudándolo todo de sitio. Primero en el aula, que enseguida se quedó pequeña; después en la biblioteca, más amplia y luminosa. El mobiliario, abandonando su acostumbrada inmovilidad, era el que se adaptaba a las necesidades de la clase: las mesas volaban, las sillas corrían, las paredes se acercaban o se alejaban. Un día, seis alumnos lograron subirse, todos, sobre una silla sin tocar el suelo, un ejercicio que resultó iluminador para comprender la dinámica del carácter de los personajes.

Como profesor implicado, pude comprobar que el proyecto había transformado las vías ferroviarias de la programación de las materias en un globo aerostático a la merced de la rosa de los vientos. Cada clase fijaba el rumbo de la siguiente. Y la continuidad no venía dictada desde fuera, por una lista de objetivos que había que cumplir, sino desde dentro de la propia actividad. Lo que se tenía que hacer después era solo lo que exigía lo que se había hecho antes. Cada sesión inventaba la sesión siguiente. A tres semanas vista, era imposible predecir qué haríamos, pero si volvías la cabeza y contemplabas todo lo que habíamos hecho, descubrías que todo era sorprendentemente coherente.

En la rueda de prensa en la que el 14 de noviembre se presentó Consell familiar de Cristina Clemente, la obra que habíamos ido viendo crecer durante el año —de la que no solo conocimos los personajes y propósitos, sino también algunos secretos de la técnica y también algunos otros de las vacilaciones y las dudas de la artista—, la autora dijo que la había escrito para comprender algunas cosas de su propia familia. Este es uno de los epicentros de la creación: lo primero que una obra dramática transforma es a su propio autor. Y es que la metamorfosis que desembocó en este espléndido texto probablemente se inició los viernes a última hora, en la biblioteca del Instituto Príncep de Girona, en la que un grupo de alumnos empezaron a ser más ellos mismos gracias al contacto con el teatro. Porque el teatro, ciertamente, nos transforma a nosotros mismos. Tal como predijeron los antiguos."

José Ángel Cilleruelo
Instituto Príncep de Girona

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